Secretos del lago Inle en Myanmar
En el corazón de la antigua Birmania, regido por una dictadura rancia, el lago Inle resguarda tradiciones que parecen inmortales. Acompañado de estupas de oro, aldeas flotantes y pescadores que bailan sobre el agua, uno de los lagos más famosos de Myanmar presume las dos caras del turismo.
La historia moderna de Myanmar está vejada, como si fuera una especie de condena, por contrastes enigmáticos y paradojas incómodas. La misma dictadura que ha regido al país en las últimas décadas es la responsable de sus postales vírgenes y sus caminos apenas transitados. Los precios ridículamente baratos, que festejan las visitas, son consecuencia de salarios precarios y niveles de desarrollo cuestionables.
Pese a que abrió sus puertas al turismo hace ya un cuarto de siglo, Myanmar se encuentra relativamente aislado. Incluso en los grandes centros urbanos, los logotipos conocidos y las cocinas expatriadas son menos frecuentes que los pies descalzos y los ríos que sirven como regadera. En las comunidades rurales el fenómeno es todavía más evidente. Eso sí, las cosas están cambiando. Para prueba, la popularidad de Inle, un lago 330 kilómetros al sur de Mandalay.
Hasta hace relativamente poco, la vida en el lago Inle obedecía a una lógica orgánica de subsistencia, trueque y autoconsumo. Ahora, en el segundo lago más extenso de Myanmar navegan costumbres ajenas y fajos de dinero. Por suerte, el lago no ha perdido del todo su inocencia. Cuando menos por ahora, las postales de Inle todavía retratan miradas genuinas y atardeceres silenciosos que esperan al llamado futuro.
Turismo espectacular:
Los pescadores del lago Inle
Aunque las aldeas flotantes de Inle tienen electricidad, se entienden mejor con los tiempos del sol que con la rebeldía de Edison. Por eso, cuando todavía está oscuro, el lago ya ha perdido su delirio de espejo. La mayor parte de la población local depende de oficios artesanales que no perdonan sueños prolongados. En consecuencia, cuando el reloj marca horas ingratas, el paisaje inquieto del lago revela agricultores impacientes, mujeres que lavan ropa y decenas de botes pesqueros.
Las aguas de Inle son hogar de medio centenar de especies de peces. Carpas, bagres y peces endémicos forman parte de la dieta, la economía y las postales más emblemáticas del lago. Producto de un viejo mito que anticipa sustos y escapes escurridizos, los pescadores locales practican su oficio con acrobacias que incluyen remar con un pie y mantener el equilibrio con el otro. La escena, acompañada de bruma y sombreros cónicos, es la postal favorita de Inle. Y por lo mismo, la responsable de hordas de botes cargados con turistas voraces y cámaras voyeuristas.
Las redes, acostumbradas a las miradas curiosas, se mueven y posan con sospechosa soltura. Pueden pasar horas sin que los supuestos pescadores, vestidos a la vieja usanza, se preocupen por algo más que su sonrisa falsa. Un poco más lejos, en un rincón del lago menos explotado, pescadores desprovistos de tajes folclóricos pasan desapercibidos. Sus redes llenas no bastan para llamar la atención. Hace ya rato que el simulacro cotiza mejor que el pescado.
Tradición birmana:
Artesanías de Myanmar
Con la salida del sol, el resto del lago cobra vida. Los monasterios reciben visitas, los trabajadores se ponen en marcha y los botes turísticos que prometen una probadita genuina de localidad plagan las aguas. Entre palafitos de colores y muelles viejos de madera, Inle seduce a las visitas con recorridos más o menos armados. Escapar de las trampas turísticas, sin dominio del birmano, es prácticamente imposible. Por eso, las sorpresas tienen más que ver con la espontaneidad que con itinerarios que se juran únicos.
Los recorridos tradicionales incluyen paradas en aldeas con oficio de orfebrería, talleres que elaboran cigarros saborizados y telares que traman la fibra de la flor de loto. En los estudios joyeros, decenas de lingotes de plata son fundidos hasta convertirse en peces voladores y manadas de elefantes. En las cigarreras, manos desgastadas enrollan hojas de tabaco con plátano seco, esencia de miel y semillas de anís. Y en los telares, diferentes estaciones muestran el proceso artesanal, largo y tedioso, que sigue el tallo de loto hasta convertirse en una manta.
En Inle sobran los talleres para escoger. Decenas de joyerías, telares y tabacaleras comparten sus quehaceres, sin compromiso, con foráneos fisgones. Eso sí, en todos parecen prácticas comunes la venta de recuerdos genéricos, las promesas falsas de diseño único y la mano de obra casi exclusivamente femenil. Mientras que las mujeres cortan tallos en cuclillas y pelan semillas por montones, los hombres se dan por servidos si colaboran con su labia comercial.
Aldea de Ywama:
Cultura kayan lahwi
Los artesanos son los protagonistas consentidos del lago, pero no son los únicos. Con su inglés trabado, los guías advierten la visita a una de las aldeas más afamadas de Inle. “Bienvenidos al hogar de los padaung, el pueblo de las mujeres jirafa”. Así, entre analogías desafortunadas y ligerezas de lenguaje, se comunica la llegada a Ywama. El anuncio tiene más descuidos culturales que malas intenciones. Después de todo, las familias kayan lahwi conviven en paz con los otros pueblos del lago.
Como casi todos en el lago Inle, la gente en Ywama vive de un turismo ávido de experiencias étnicas pasajeras. Las mujeres trabajan en telar de cintura y presumen bolsos hechos 100% a mano. El resultado es detallado y colorido, pero no basta para distraer la atención de los aros de latón que revisten sus cuellos. Las mujeres jóvenes, sonrientes y acostumbradas a las cámaras indecorosas, parecen poco agobiadas. A las mayores, los años les pesan casi tanto como los collares. La condena que llevan al cuello rebasa los quince kilos. Sus miradas piden un descanso.
Si en todo momento la barrera del lenguaje representa un problema, en Ywama se potencia. Las visitas entran y salen del palafito por decenas. El trofeo fotográfico se paga con la compra de cualquier artesanía. Y consumado el disparo, el morbo se da por servido. El mismo fajo de kyats que compra bufandas, marionetas y estatuas de buda, no alcanza para responder preguntas que escapan del guion. No alcanza, siquiera, para nombrar a la mujer que está acostumbrada a dar su perfil antes que su nombre.
Tierra firme:
Mercado y estupas en Indein
En el lago Inle, recorrer 50 kilómetros en carretera y navegar brazos fluviales basta para cambiar visitas obvias por secretos locales. Las montañas y los ríos que custodian al lago resguardan mercados de insumos frescos, estupas entregadas al olvido y festivales multitudinarios que celebran el cambio de temporada. También se cuelan viñedos pretenciosos que presumen mejores vistas que vinos y uno que otro restaurante que se jura experto en western cuisine, pero son los menos.
En teoría, Inle tiene un programa de mercados itinerantes diarios que rota entre cinco localidades. Si el mercado está en una aldea del sur, otra del norte puede sorprender con su feria improvisada. Si el calendario lunar amenaza con celebraciones locales, un día puede quedarse sin mercado y otro con partida doble. Indein, en el extremo sur de Inle, es una de las anfitrionas habituales del programa. La aldea, con su población menor a mil habitantes, descansa a orillas de un brazo comunicado con el lago.
Remos y volantes sirven como alternativas para llegar a Indein. Juguetes de madera tallados a mano, chiles de picor obsceno y vegetales para los que el español no tiene nombre, son algunos de los productos que exhibe el suelo a modo de catálogo. De pilón, la visita al mercado se puede complementar con una pagoda en ruinas. A juzgar por las estupas, Shwe Indein fue alguna vez un sitio importante. Hoy, las construcciones derruidas no pueden luchar contra la popularidad del mercado.
Tips de viaje:
El aeropuerto nacional de Heho, 32 kilómetros al norte del lago, es el más cerca de Inle. El viaje en taxi toma poco menos de una hora y cuesta cerca de 28 mil kyats (aproximadamente 22 dólares estadounidenses).
El aeropuerto de Mandalay, 325 kilómetros al norte de Inle, cuenta con directos a diferentes ciudades en Camboya, China, Tailandia y Singapur.
Algunos de los poblados en Inle son aldeas flotantes que solo se pueden visitar en bote. Diferentes compañías y hoteles ofrecen recorridos en y alrededor del lago.
El clima en el lago Inle es tropical caluroso, con mínimas que suelen rebasar los 20 °C y máximas que suelen rebasar los 30 °C. En la temporada del monzón, entre junio y septiembre, llueve mucho.
Sanctum Inle Resort se encuentra en Maing Thauk, una aldea ubicada que empieza en tierra firme y se extiende sobre el agua. El hotel, a orillas del lago Inle, cuenta con spa, gimnasio, renta de bicicletas, huerto y su propia flota de botes.
Curiosidades:
Desde 2005 la capital de Myanmar es la ciudad desconocida de Naipyidó. Rangún (Yangon) perdió el título cuando la paranoia dictatorial optó por mover la capital a una ciudad apenas comunicada con el resto del mundo.
En español, de acuerdo con la Fundéu, el nombre ideal para referirse a Myanmar es Birmania. Aunque el país cambió su nombre en 1989, a sus habitantes aún se les llama birmanos. Cosa de los gentilicios en español.
La moneda de Myanmar se llama kyat. El nombre viene de la palabra burmesa kyattha, una unidad de medida antigua equivalente a 16.3 gramos de plata.
En Myanmar es común ver gente, sobre todo mujeres, con marcas amarillas en la cara. Se trata de crema de thanaka, la corteza de un árbol local que se utiliza como cosmético y protector solar.
En la escritura birmana tradicional no se utilizan espacios, todas las letras y palabras van juntas. Así se ve lago Inle en birmano: အင်းလေးကန်.
PIES DE FOTO
1. Pescadores con alma de modelo en el lago Inle.
2. Taller de tejido artesanal con fibra de flor de loto en el lago Inle.
3. Aldea flotante en el lago Inle de Myanmar.
4. Enrollado manual de cigarros de tabaco en taller artesanal.
5. Alberca del hotel Sanctum Inle Resort a orillas del lago.
6. Mercado itinerante en la aldea Indein.
7. Pagoda Hpaung Daw U en el lago Inle.
8. Libélula en las plantas del lago Inle.
9. Pescador artesanal en el lago Inle.
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Publicado el 31 de diciembre de 2020 por Marck Gutt | Don Viajes.
Última actualización: 31 de diciembre de 2020.
Versión editada de una historia publicada en la revista Hotbook, primavera 2018.
El contenido de esta publicación es resultado de un viaje realizado con el apoyo de Cathay Pacific y Sanctum Inle Resort.
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