Artesanías de Chiapas: barro, laca y textiles

Las artesanías de Chiapas reflejan la riqueza de uno de los estados más diversos de México. Un recorrido por Amatenango, Chiapa de Corzo y Zinacantán basta para ver cómo se hacen la laca, los jaguares de barro y los textiles chiapanecos. Cuando se trata presumir artesanías mexicanas, estos lugares turísticos de Chiapas se lucen en grande.

 
Albertina López Ramírez moldea paloma de barro en su taller en Amatenango del Valle.

Albertina López Ramírez moldea paloma de barro en su taller en Amatenango del Valle.

 

Chiapas es uno de los 32 estados mexicanos. No es el más industrial ni el más desarrollado, pero sin duda es uno de los más ricos. El territorio, flanqueado por Guatemala y el océano Pacífico, está tapizado de contrastes geográficos y cosmogónicos. Cuando menos en términos de diversidad cultural y natural, pocos lugares de México pueden compararse con Chiapas.

Selvas húmedas, bosques de alta montaña y manglares colosales hacen de este estado un rincón megadiverso. Al abanico de escenarios dispares se suman la pluralidad cultural indígena y tiempos que pasan sin prisa. Entre postales antagónicas, derroches tropicales y una docena de lenguas, las artesanías de Chiapas presumen la riqueza de su tierra.

Cerca de Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado, las manos maestras hacen de las suyas. Armadas con arcilla, hilos y aceite, las artesanas chiapanecas cuentan su historia y demuestran su talento. A cambio de recorrer caminos enredados, la región Metropolitana y Los Altos sorprenden a las visitas con flores inmortales, jaguares inofensivos y tramas que no pasan de moda.

 
Telar de cintura artesanal en el taller textil Antsetik ta sots’leb (Mujeres de Zinacantán).

Telar de cintura artesanal en el taller textil Antsetik ta sots’leb (Mujeres de Zinacantán).

Muestra de laqueado de Martha Vargas Molina en el exconvento de Santo Domingo en Chiapa de Corzo.

Muestra de laqueado de Martha Vargas Molina en el exconvento de Santo Domingo en Chiapa de Corzo.

 

Palomas y jaguares:
Alfarería en Amatenango del Valle

A medio camino entre San Cristóbal de las Casas y Comitán descansa Amatenango del Valle. La localidad, habitada en su mayoría por tseltales, forma parte de la región de Los Altos. A diferencia de vecinos como San Juan Chamula o el propio San Cristóbal, Amatenango pasa desapercibido en las rutas turísticas más famosas de Chiapas. Eso sí, el pueblo se proclama capital de la alfarería y nadie, cuando menos en muchos kilómetros a la redonda, se atreve a afirmar lo contrario.

Desde tiempos prehispánicos, los habitantes de Amatenango se han dedicado a la alfarería. Ollas, cazos y pichanchas, como se conoce al colador tradicional utilizado para nixtamalizar el maíz, mantuvieron ocupados a los artesanos por cientos de años. Fue a finales del siglo XX que Amatenango cambió la producción de utensilios de cocina por jaguares inspirados en libros de texto y palomas copiadas por encargo.

Contra los consejos familiares, dos artesanas desafiaron la tradición alfarera de siempre y cambiaron el rumbo de su comunidad. Las palomas de Juliana López y los jaguares de Juana Gómez se convirtieron en estandartes de Amatenango y en un ícono de las artesanías de Chiapas Hoy, prácticamente todas las mujeres de la localidad viven de producir animales de barro. Y si el municipio de ocho mil habitantes resuena en el imaginario colectivo, la culpa es de su fauna moldeada a mano.

Juliana López murió en 2012, no así sus palomas. En La Nueva Estrella, una cooperativa integrada por 50 mujeres alfareras, Albertina López Ramírez mantiene vivo el legado de su tía. “Aquí hacemos todo de forma artesanal como nos enseñaron las generaciones de antes”, dice Albertina al interior del taller ubicado en la calle Las Casas 16. “El barro se busca dos o tres metros bajo tierra. Cuando no hay lluvia, entre enero y mayo, cada mujer saca 30 costales que son los que utiliza en un año”.

Aunque algunos artesanos prefieren pinturas sintéticas, Albertina es fiel a la tradición y no le importa recorrer la sierra en busca de barro de diferentes colores. Arcilla, arena y agua es todo lo que necesita para poner manos a la obra. El resto es experiencia y talento. Sin utilizar moldes, tornos ni hornos eléctricos, las mujeres de Amatenango producen lo mismo ollas para cocinar que jaguares de barro de un metro de altura.

 
Vasija con cabeza de jaguar del grupo de mujeres alfareras La Nueva Estrella en Amatenango.

Vasija del grupo de mujeres alfareras La Nueva Estrella en Amatenango. Los jaguares de barro son una de las artesanías de Chiapas más codiciadas.

Albertina López mantiene vivo el legado de su tía Juliana, maestra alfarera de Amatenango del Valle.

Albertina López mantiene vivo el legado de su tía Juliana, maestra alfarera de Amatenango del Valle.

 

Bordados y textiles:
Telares artesanales en Zinacantán

Zinacantán es un municipio tsotsil en el corazón de Los Altos. Aunque su principal actividad económica es la floricultura, los claveles bordados en huipiles llaman todavía más la atención que las rosas sembradas en el campo. La comunidad se encuentra cerca de San Cristóbal de las Casas y está acostumbrada al turismo. Quizás por eso, a la mala, los lugareños se toman la libertad de cobrar la entrada al pueblo.

Por suerte, restringir el uso de caminos no es la costumbre más memorable de Zinacantán. En este municipio, apodado la capital de las flores, las mujeres que no trabajan cortando crisantemos y cempasúchil, trabajan bordando y tejiendo esos mismos motivos en textiles artesanales. Tapizada de pétalos, la vestimenta tradicional de Zinacantán presume la identidad y el talento de sus portadoras. Y al mismo tiempo, se posiciona como un tesoro codiciado en el mundo de las artesanías de Chiapas.

En la cabecera municipal viven alrededor de cuatro mil personas y abundan los talleres textiles. En grupos pequeños o en cooperativas de cientos de asociadas, las tejedoras traman faldas, huipiles, fajas y caminos de mesa. Antsetik ta sots’leb es uno de los colectivos artesanales en el centro de Zinacantán. Rodeadas de urdidores e hilos, las integrantes del grupo reciben a las visitas para compartir los detalles de su oficio.

Juanita Pérez y Catalina Sánchez se encuentran al frente de Mujeres de Zinacantán, la traducción al español de Antsetik ta sots’leb. Las labores del grupo, integrado por las mujeres de la familia, se reparten entre todas. Para mantener el taller a flote, además de mostrar el trabajo detrás de un bordado o un camino de telar de cintura, hace falta vender, administrar y hacer de comer.

Tejer y bordar una faja con diseño minucioso puede tomar varias semanas. Tejer y bordar un mocheval, como se conoce al rebozo tradicional zinacanteco, puede tomar varios meses. Talleres como Antsetik ta sots’leb viven de la venta de sus propias artesanías de Chiapas. Y en el local, ubicado en la calle Manuel Gamio esquina con Ávila Camacho, son bienvenidos todos menos el regateo.

 
Tejido en telar de cintura artesanal en Zinacantán.

Tejido en telar de cintura artesanal en Zinacantán.

Muestra de tejidos y textiles artesanales del colectivo Antsetik ta sots’leb en Zinacantán.

Muestra de tejidos y textiles artesanales del colectivo Antsetik ta sots’leb en Zinacantán.

 

Axe, calichi y zulaque:
La laca de Chiapa de Corzo

Chiapa de Corzo no es una de las ciudades más grandes de Chiapas, pero es una de las más famosas. Gracias a la popularidad de la Fiesta de Enero, la artesanía icónica de la región es una máscara de madera. Específicamente la que utilizan los parachicos, los danzantes de la celebración favorita de Chiapa de Corzo. Desfiles aparte, los artesanos locales no se conforman con un solo quehacer.

Una vuelta por los portales del centro y el corredor de la artesanía basta para encontrar vestidos de chiapaneca, marimbas de madera y cruces floreadas. Eso sí, para ver tesoros laqueados hace falta visitar un edificio del siglo XVI. Con el título de Museo de la Laca, el centro cultural exconvento de Santo Domingo abre sus puertas para mostrar objetos procedentes de México, Guatemala y el Lejano Oriente.

Si bien la colección tiene cientos de piezas, en términos de laca el exconvento llama la atención por algo más que su museo. Al interior de Santo Domingo no es raro ver artesanos trabajando. ¡Y qué artesanos! Martha Vargas Molina es considerada una de las mejores laqueadoras de Chiapas, si no la mejor. Su obra, expuesta en México, Brasil y España, le ha valido premios. Y sus manos, aguerridas, laquean con el respaldo de 60 años de experiencia.

“Mi tía me enseñó el oficio cuando tenía siete años”, cuenta Martha mientras prepara un tol, el cuenco de cáscara de calabaza amarga que sirve como lienzo. El axe, aceite obtenido al cocer el insecto de la cochinilla, es uno de los materiales básicos. La calichi, como se conoce al polvo de tierra tamizada, es el otro. En la mesa también hay pinturas de óleo y ceniza de guayaba, la responsable del color negro humo de la laca chiapaneca.

El primer paso es resanar el tol con zulaque, una pasta de axe y tierra. El segundo consiste en aplicar axe, espolvorear calichi y esparcir la mezcla con la palma de la mano. “Una pasada de aceite seguida de tres de calichi hacen una capa y son necesarias varias capas para hacer esta artesanía de Chiapas”. Entre la base y la tierra de color, Martha frota el tol como si la vida se fuera en ello. Solo cuando el tono es uniforme, el algodón que se usa para dar brillo cede terreno a la pintura. Con sus dedos y un pincel de pelo de gato, Martha llena de flores su trabajo.

 
Con algodón y axe, aceite de cochinilla, se saca brillo a la laca de Chiapa de Corzo.

Con algodón y axe, aceite de cochinilla, se saca brillo a la laca de Chiapa de Corzo, emblemática artesanía de Chiapas.

La artesana Martha Vargas Molina presume tol con laca tradicional de Chiapa de Corzo.

La artesana Martha Vargas Molina presume tol con laca tradicional de Chiapa de Corzo.

 

Tips de viaje:

  • El aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas, tiene vuelos directos a varias ciudades en México. Zinacantán y Amatenango se encuentran a 78 y 113 kilómetros del aeropuerto en dirección al oeste. Chiapa de Corzo se encuentra 30 kilómetros al norte.

  • Desde la Antigua, Guatemala, diferentes agencias ofrecen transportación terrestre a San Cristóbal de las Casas.

  • Para visitar las comunidades de Los Altos y Chiapa de Corzo se puede tomar transporte público, agendar un tour o rentar coche.

  • El clima en Zinacantán y Amatenango del Valle es templado todo el año. El clima en Chiapa de Corzo es cálido y húmedo con máximas por encima de 30 °C buena parte del año.

  • Hotel Casavieja, en el centro de San Cristóbal, es una casona que cuenta con jardines, biblioteca y habitaciones rústicas. La Ceiba, en el centro de Chiapa de Corzo, cuenta con jardines, temazcal y restaurante de comida típica chiapaneca. Ambos hoteles sirven como base para explorar la región Metropolitana y Los Altos.

Curiosidades:

  • La vía transitable más larga del mundo, de acuerdo con el record Guinness, es el sistema de caminos que integra la carretera Panamericana. La ruta conecta a Alaska con la Patagonia y, a su paso por México, cruza Chiapa de Corzo y Amatenango del Valle.

  • La danza de los parachicos es uno de los elementos más representativos de la Fiesta Grande de Chiapa de Corzo. En 2009 la tradición fue declarada Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad por la UNESCO.

  • La laca es una de las artesanías de Chiapas, pero este no es el único estado en México en el que se trabaja la técnica. También son famosas las cajitas de Olinalá, en Guerrero, y el maque de Pátzcuaro y Uruapan, en Michoacán.

  • Chiapa de Corzo es conocida por sus marimbas y también por el legado musical de Zeferino Nandayapa, el fundador de Marimba Nandayapa.

 
 

PIES DE FOTO
1. Las primeras palomas de barro de Amatenango las hizo Juliana López por encargo.
2. La Nueva Estrella es un grupo formado por 50 alfareras de Amatenango del Valle.
3. Albertina López moldea a mano las palomas que forman parte de las artesanías de Chiapas.
4. El taller familiar Antsetik ta sots’leb está formado por mujeres tejedoras de Zinacantán.
5. La ropa tradicional de Zinacantán se distingue por sus bordados de flores.
6. El telar de cintura es una de las técnicas empleadas por las tejedoras en Zinacantán.
7. Los toles, cuencos de calabaza amarga, se utilizan para el laqueado en Chiapa de Corzo.
8. Con sus dedos y pinceles de pelo de gato, Martha Vargas pinta flores sobre la laca.
9. El color negro de la laca de Chiapa de Corzo se obtiene con ceniza de guayaba.


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Publicado el 2 de febrero de 2021 por Marck Gutt | Don Viajes.
Última actualización: 2 de febrero de 2021.

El contenido de esta publicación es resultado de un viaje realizado con el apoyo de la Secretaría de Turismo de Chiapas.

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