El Portugal olvidado: turismo rural en Alentejo
Estos son los senderos de Alentejo, el Portugal olvidado. Una región de cultura lusa privada de vinos fortificados y noches de fado. Y dotada, en su lugar, de olivos milenarios, playas vírgenes y campos que nunca se enteraron de la revolución industrial. Los principales atractivos de Évora, Mértola, Monsaraz y las playas de Sines son también un recorrido por los caminos portugueses de la saudade.
La angostura de la autopista se prolonga hasta que toca el horizonte, esa línea difusa donde comienzan los campos de alcornoque y donde el Viejo Mundo saluda de mano al Atlántico. Atrás quedaron los callejones enredados de Lisboa y sus noches que no saben del sueño. Este es el Alentejo, una tierra de colinas fértiles y de campesinos que todos los días se despiertan antes que el sol.
La reducción de carriles, que amenaza con desaparecer el camino, se lleva consigo toda posibilidad de edificios altos y aeropuertos. Al ruedo de un auto pequeño se desvanecen los nombres conocidos: Sintra, Belém, Estoril, Cascais. En la región portuguesa con menor densidad de población las señales viejas anuncian pueblos ignorados.
Entre tendederos al aire libre y aldeas acostumbradas al sosiego, la ruralidad portuguesa se presenta sin prisas ni pretensiones. El Alentejo no necesita pliegues de Gehry ni torres de babel para seducir a nadie. Cuando de la tierra emanan olivos y vides que no se cansan de producir vino y aceite, la promesa incumplida de progreso sobra.
Del portugués além, más allá, y Tejo, en referencia al río. Alentejo, más allá de la afluencia.
Évora:
Capital de la región de Alentejo
Creen, algunos, que de las ciudades habitadas portuguesas Évora es la más antigua. No antigua como los coches de 1960 que transitan por sus calles o como las murallas medievales que resguardan su historia: antigua como los romanos que desfilaron por los mismos caminos hace más de dos mil años.
De los días gloriosos del imperio apenas queda en pie una colección de columnas corintias, obstinadas, que no se doblega ante la fachada de la iglesia medieval más grande de Portugal. El Templo Romano de Évora es el último de los intentos paganos por sobrevivir una extinción inminente. Y el protagonista, irónico, de la postal evorense por excelencia.
Hoy, Évora es la capital regional de Alentejo. También, un pueblo de poco más de 50 mil habitantes al que nadie corona con laureles. Y que cree, antes que en una divinidad cualquiera, en los poderes de seducción de su única denominación de origen: un queijo de oveja que se apellida, orgullosamente, como la ciudad que lo produce.
Horta da Moura:
Olivos milenarios de Alqueva
Cerca de la frontera, donde los portugueses crecieron acompañados de Televisión Española por varias décadas, se encuentra una productora artesanal de aceite de olivo. En la región de Monsaraz eso no tiene nada de especial. No salvo que se trate de Horta da Moura, una finca no muy lejos del lago fronterizo de Alqueva.
Entre naranjos y limoneros, como si los años no pesaran, siete olivos custodian el patio de un huerto transformado en hotel rural. Juntos, los árboles atestiguan más de dos mil años de historia. Antes de Luís de Camões, antes de los Cruzados y antes del famosísimo castillo de Monsaraz, los olivos se habían asentado de este lado del Tajo.
Playas de Sines:
La costa silenciosa de Portugal
No son muchos los kilómetros que separan a Alentejo del Algarve, el edén costero portugués, pero son suficientes para dar vida a dos versiones de paraíso muy distintas. Aquí no se promete verano eterno a las economías fuertes de una Europa nevada. Quizás, porque un par de grados centígrados menos en la temperatura del mar bastan para ahuyentar tumultos.
En lugar de hoteles que desbordan estrellas y bahías atiborradas, las playas de Sines ofrecen humedales colmados de aves migratorias, bares modestos que venden una única etiqueta de cerveza y un silencio apenas roto por el quebrar de las olas. En los más de 150 kilómetros de costa inadvertida de Alentejo, el Atlántico conquista a tierra firme con agua turquesa y paisajes vírgenes.
Praia de Morgavel es una de las playas de Alentejo. Específicamente en la que descansa Arte & Sal, un restaurante tradicional. Su menú es una especie de adorno, un premio de consolación para los vegetarianos que no entendemos nada de la cocina regional. Para los demás, el almuerzo depende de la suerte de un barco pesquero que zarpó cuando todavía podía navegar guiado por las estrellas.
Mértola:
Pueblo a orillas del Río Guadiana
Es lunes. Qué mala suerte parar en Mértola en lunes. Su castillo, la edificación que protagoniza el paisaje de leyenda, está cerrado. Son las dos de la tarde. Qué mala suerte pasar por Mértola a las dos de la tarde, cuando la siesta y el almuerzo se apoderan del pueblo y los comercios cierran sus puertas en un claro ejercicio de prioridades. La coincidencia se presenta, en una primera instancia, como un castigo. Si no es para ver la fortaleza que corona Mértola, ¿para qué visitarla?
El castillo, con su torre de vigilancia de 30 metros de alto, es el reflejo de una península Ibérica un día cristiana, otro día musulmana. Pero es lunes, lunes de conformarse con la fachada. La mala jugada del calendario no dura mucho tiempo. El viaje pronto se convierte en un descubrimiento, sino arquitectónico, cotidiano. En ausencia de fuertes y museos, son los tenedores de puestos de mercado y los viejos que miran al río Guadiana seguir su curso los que sirven de anfitriones.
Una señora mayor camina por los empedrados asombrada. “No entiendo por qué alguien haría un viaje tan largo para venir a este pueblo tan remoto”. Luego sonríe y extiende su mano. La respuesta es el mismo gesto acompañado de un pensamiento silencioso: “no entiendo por qué alguien se privaría de hacer un viaje tan largo para visitar pueblos como este, tan remotos”.
Beja:
Edificios y cante históricos
Beja es una ciudad descuidada. No hay qué hacer en Beja si no llenar el tanque de gasolina. Con sus poco más de 25 mil habitantes, la capital económica del Bajo Alentejo pasa desapercibida. Su fama, si bien sobrevalorada, no es del todo injusta. Afortunadamente, la parada para surtirse de combustible es más que una oportunidad para ir al baño.
En las calles del centro se mantiene en pie el Antigo Hospital da Misericórdia, un edificio del siglo XV inmune al transcurrir de los años, y Nuestra Señora de la Piedad, una capilla que resguarda pinturas realizadas en el siglo XVIII por André de Reinoso. A la lista se suman un castillo, un par de iglesias y uno que otro museo regional.
Salvo que se pretendan las franquicias de comida rápida que rodean al centro, mucho más que ver no hay. Que escuchar, sin embargo, es otra historia. En un día de suerte, el paisaje sonoro de Beja se acompaña con las melodías tradicionales del cante alentejano. Junto con el fado, la música portuguesa declarada por la UNESCO como patrimonio vivo.
Herdade do Vau:
La tranquilidad del campo
La señalización termina, al unísono, con el asfalto. El objetivo es un hotel rural que escapa a la lógica de los GPS. Llegar no es tarea fácil. Terracería, caminos desolados y vueltas en vano dan fe de ello. Hasta hace unos años, este rincón de Quintos era una casa de campo prácticamente en desuso.
En lugar de optar por la salida fácil, vender, los dueños decidieron compartir sus vinos, hospitalidad y paisajes apacibles con todo extraño dispuesto a perderse por los senderos apenas trazados de Alentejo. Así nació Herdade do Vau, una finca rodeada de racimos de touriga nacional y alfrocheiro donde la cocina parte del recetario de la abuela y las paredes presumen los retratos de la familia Soussa Otto.
Apenas llegar espera una mesa con quesos de la región y un atardecer que pinta el cielo de colores. “No hace falta un aparato de esos para guiarse”, dice un hombre cuya aparición mesiánica apunta en dirección correcta. Lo único que se necesita es un poco de paciencia y tiempo, ese que en Alentejo transcurre tan sin apuro que en ocasiones parece eterno.
Escribió alguna vez Pessoa sobre Alentejo visto desde el tren:
Nada circundada de nada | y unos pocos árboles en medio | ninguno de ellos verdaderamente verde | donde ningún río ni flor hacen visita. | Si existe un infierno lo he encontrado | porque si no es aquí, ¿dónde diablos se encuentra?
Tips de viaje:
La capital de Portugal sirve como base para llegar a la región vecina de Alentejo. El aeropuerto de Lisboa se encuentra a menos de dos horas de viaje en carretera de Beja, Évora y Sines y recibe vuelos directos de Barcelona, Madrid, Cancún y de varias ciudades en Canadá, Estados Unidos y Europa.
Para recorrer la región de Alentejo, especialmente la campiña, es necesario rentar coche. Varias carreteras portuguesas funcionan con peajes electrónicos y hace falta un lector electrónico (EASYToll, Toll Card, Via Verde) para pagar las cuotas.
En el Alentejo los veranos suelen ser cálidos y secos con temperaturas entre 14 y 33 °C. Los inviernos presentan mayor probabilidad de lluvia y temperaturas entre 6 y 15 °C. En las playas de Sines, el clima costero permite que los veranos sean un poco menos calientes y los inviernos un poco menos fríos.
Edificios históricos y fincas familiares son algunos de los hoteles rurales que presumen la tranquilidad y los sabores de alentejanos. Herdade do Vau, en Quintos, y Naturarte, en Vila Nova de Milfontes, son opciones de hospedaje memorables, sostenibles e independientes en la región de Alentejo.
Curiosidades:
El término saudade, de origen portugués, a menudo aparece en las listas de palabras únicas e intraducibles de una lengua. Es, sin serlo, una mezcla de melancolía, añoranza y deseo por eso que se tuvo y que ya no se tiene. En Brasil, el 30 de enero es el día nacional de la saudade.
Cerca de dos terceras partes de la producción mundial de corcho provienen de Portugal, específicamente de los alcornoques de Alentejo.
Antes de adoptar el euro como moneda, Portugal utilizaba escudos. Las monedas de escudos perdieron valor monetario el último día de 2002, convirtiéndose en la primera moneda nacional que ya no se puede cambiar a euros.
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Publicado el 23 de abril de 2021 por Marck Gutt | Don Viajes.
Última actualización: 23 de abril de 2021.
Versión editada de una historia publicada en la revista Accent de Aeroméxico, mayo 2015.
El contenido de esta publicación es resultado de viajes realizados con el apoyo de Turismo de Portugal.
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